viernes, 9 de mayo de 2008

Franklin Anaya, artista de varias facetas

Franklin Anaya, artista de varias facetas

Por Víctor Rojas Caballero

Víctor Rojas Caballero fundó en los Estados Unidos una sociedad de amigos del Instituto Laredo. Fue el mecenas que hizo posible la creación del Colegio "Franklin Anaya", en Quillacollo. Escribió esta semblanza que es ejemplo de fuerza y concisión biográfica.

El año 1953 los públicos de aficionados a la música quedaron sorprendidos al escuchar al Coro de los Valles: un conjunto de voces escogidas, equilibradas, dóciles y sensibles que interpretó un programa de la más alta calidad y depurado tecnicismo: Oratorios, Madrigales, Motetes, composiciones de los románticos, corales latinoamericanos y composiciones y arreglos sobre temas bolivianos. Los principales críticos aplaudieron la hazaña. Años más tarde, el Coro de los Valles se consagró como expresión de la música boliviana llevada a ese nivel por un artista polifacético: Franklin Anaya Arze.

Anaya lleva el nombre de su padre, el Dr. Franklin Anaya Ferrufino, jurisconsulto de la generación Liberal de Ismael Montes, varias veces Diputado, Ministro de la Corte Suprema de Justicia; en suma, legislador y juez en lo que estas palabras significan. Su madre, que murió joven aún, fue María Arze, de los Arze de Cochabamba que han pasado a la historia con dos grandes hombres: Don Esteban, héroe de la Guerra de la Independencia y José Antonio Arze, líder de la moderna revolución boliviana.

La niñez y la adolescencia de nuestro músico transcurrió en la ciudad de Cochabamba donde nació el año 1912; además en sus campos y sus pueblos que fueron dejando en sus recuerdos la marca del arte vernacular: Aiquile, Mizque, Tarata, todos ellos pueblos del valle cochabambino, son pequeños centros de elaboración de fresca música popular que años más tarde adquirieron en los corales de Anaya forma y pureza de expresión.

Anaya, como Eduardo Caba, Simeón Roncal, Humberto Viscarra, pertenece a la serie de artistas bolivianos que han abierto caminos al desarrollo del arte musical boliviano. Caba, con sus aires nacionales, demostró que nuestra música no es monótona ni triste, como se dice, y que la temática indígena es generalmente mística y telúrica. Roncal creó un estilo ceremonioso y de intención trascendente con sus cuecas a partir de las cuales la música popular boliviana acusa diferencias con las de otros pueblos sudamericanos. Anaya inicia un género boliviano adecuando la armonía moderna a la tradición del folklore aymara-quechua.

Es interesante señalar que entre los años 1928 y 1938, Cochabamba fue la ciudad boliviana donde se produjo una concentración de intelectuales que después han tenido repercusión en la vida nacional: José Antonio Arze, Ricardo Anaya, Carlos y Armando Montenegro, Augusto Céspedes, Augusto y Humberto Guzmán, Roberto Hinojosa y otros, sacudiendo el ambiente apacible de la ciudad del Tunari, realizaron la Reforma Universitaria, enriquecieron la literatura nacional, crearon instituciones culturales, partidos políticos y hablaron un lenguaje nuevo. Es en esta década que Franklin Anaya, adolescente aún, se inicia en la creación musical: con Porfirio Díaz Machicado y Guillermo Viscarra Fabre compone una obra teatral sobre la Navidad en la que la parte poética se halla a cargo de aquellos escritores. Con Carlos y Armando Montenegro derrocha ingenio en las Veladas Bufas de los estudiantes cuyas canciones corrieron de boca en boca en toda la República.

Después de la Guerra del Chaco, Franklin Anaya viajó a Chile donde ingresó a la Universidad del Estado de la que obtuvo los títulos de Arquitecto con Distinción Unánime y “Miembro Honorario de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales”. Fue Presidente del Centro de Estudiantes de Arquitectura de la Universidad de Chile y ejerció decidida influencia en la reforma de su Facultad. Pero entonces, --años de la Segunda Guerra Mundial—Santiago de Chile fue el escenario más interesante de la América del Sud, donde se concentraron exiliados políticos de casi todos nuestros países: de España, de Alemania y también en apreciable número, de Bolivia. En Santiago era pues fácil tomar el pulso de los acontecimientos no solamente americanos, sino también mundiales. El problema político boliviano, creado por el Gobierno de Villarroel y agravado por la tragedia de Chuspipata, preocupa a la opinión pública del Mapocho. Es ese el momento en que se publica el folleto titulado “Hacia la Unidad de las Izquierdas Bolivianas” (1937) suscrito por José Antonio Arze, Franklin Anaya y otras diez firmas, folleto con que se da comienzo al gran movimiento social boliviano. Con el mismo José Antonio Arze, propone Anaya en un Congrso de Intelectuales Latinoamericanos, el año 1940, la creación de una ciudad educacional panamericana cuyo proyecto arquitectónico elabora en colaboración con el arquitecto chileno Luis Viveros Jacques, proyecto que es premiado en la exposición del V° Congreso Panamericano de Arquitectos.

De regreso a Bolivia, Anaya inicia el estudio de la urbanización de la ciudad de Cochabamba, organiza los servicios técnicos municipales, realiza el proyecto de la Ciudad Universitaria de dicha ciudad y construye edificios del nuevo estilo arquitectónico. Aquí, Anaya es introductor de la nueva doctrina de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) que lideriza el Arquitecto francés Le Corbusier. Un estudio de la arquitectura moderna en nuestro país seguramente señalará a Franklin Anaya como uno de sus pioneros, no sólo por sus realizaciones, sino por sus planteamientos en la prensa, en la cátedra y en diversos ensayos. El proyecto de Anaya de la Ciudad Educacional Panamericana fue una anticipación no sólo en cuanto a funciones y formas arquitecturales, sino en cuanto a organización universitaria se refiere.

A Franklin Anaya le correspondió trabajar en la Comisión de Reforma Agraria como asesor de la Subcomisión de Planificación Territorial y Urbana. Ante la citada Comisión, Anaya presentó un proyecto de ley que comprende la Reforma Agraria y la Reforma Urbana, único estudio de carácter técnico que las formalidades políticas se encargaron de ocultar. Por primera vez en Bolivia se plantean los principios de la planificación para el desarrollo nacional; por primera vez también en dicho trabajo se define al país como un conjunto de nacionalidades –la quechua, la aymara, selvícola y blanco mestiza—cuyo desarrollo debe realizarse dentro de su propio proceso vital. Jorge Ovando Sanz recoge los planteamientos sociológicos de Anaya y los desarrolla años después en su libro sobre las nacionalidades indígenas.

En su estudio del “Desarrollo Regional y el IV° Centenario de Cochabamba”, Anaya sostiene que los conceptos de revolución nacional, diversificación y desarrollo económico, nacionalización de medios de producción, democracia, reforma agraria, etc., son meras abstracciones que campean en el código del idealismo si no insertan en las palancas básicas del progreso que son el pensamiento planificador, la energía industrial y las comunicaciones; la falta de dicho pensamiento en el gobierno, de electricidad para la producción y de un idioma común y sistemas expeditos de comunicación social para la formación ideológica y para la organización de las funciones de la vida colectiva, determinan la esquizofrenia de la política imposible de superar sin aquellas “bases obvias” –como llama—de transición del feudalismo a una forma superior de organización económico-social.

Anaya dice que la casa es la sustitución arquitectónica de la madre y su símbolo. La falta de inteligencia espacial, de aptitud para la organización del espacio, es decir para la planificación, que padece el hombre boliviano, Anaya atribuye a la falta de tradición cultural habitacional.

Franklin Anaya fue hasta 1966 Decano de la Facultad de Arquitectura en la cual realizó una transformación no sólo del Plan de Estudios, sino de la vida e ideales de esa institución. Después tiene a su cargo –junto con el Arquitecto Gustavo Medeiros—el proyecto y construcción de la Ciudad Universitaria de Oruro. Simultáneamente dirige el Instituto Nacional de Educación Integral y Formación Musical de la ciudad de Cochabamba “Eduardo Laredo”. Anaya selecciona a los niños de talento general y musical de toda la ciudad y por medio de un proceso de calificación de méritos y de exámenes, recoge en el Instituto anualmente a 30 niños; éstos cursan la escuela primaria y la secundaria llevando las Humanidades en la mañana y las Artes en las tardes. Egresan del Instituto bachilleres en Humanidades y en Música, algunos de los cuales son músicos, los más siguen otras carreras universitarias sin desvincularse de la actividad cultural. “Fuera de llenar en el medio local un enorme vacío –dice Anaya—el Instituto tiene puesta su mira en la necesidad de formar recursos humanos directivos, robustecer en Bolivia la relación del intelectual con su medio social y, sobre todo, defender la mayor riqueza que puede tener un país, cual es la de sus talentos, muchos de los cuales se pierden debido a las situaciones impuestas por el subdesarrollo.”

El año 1959 Anaya ganó por concurso nacional una beca de UNESCO que le permitió realizar estudios de música en Europa. En retribución, creó el Instituto Laredo y reorganizó el Coro de los Valles que, en 1961-1962 llegó a un nivel de actuación digno de cualquier público. El mismo año 1959 publicó en folleto una semblanza biográfica del violinista Jaime Laredo quien obtuvo el primer lugar en el Concurso Mundial de Bruselas; de cuanto se publicara en aquella ocasión, la semblanza de Laredo escrita por Anaya no sólo es lo más conmovedor que se dijo, sino algo que debe incorporarse en los textos de lectura de los niños bolivianos y que debe leer todo padre de familia interesado en la educación de sus hijos. En 1961 Anaya proporcionó al Ministerio de Transportes y Comunicaciones un estudio sobre el Correo, cuyo programa analítico ha servido de base para el diseño de los edificios de correos del país.

De tanta o mayor importancia que su proyecto de Ley sobre la Planificación Territorial y Urbana de Bolivia es su interesantísimo estudio sobre la “Función del Desarrollo Cultural dentro del Desarrollo Integral de Bolivia”, publicado en folleto (1980) por Editorial Universo de Cochabamba. En este opúsculo, Anaya demuestra que “en las condiciones históricas actuales, es el cambio cultural la clave del despertar y progreso de Bolivia, pues en los países semicoloniales y dependientes como el nuestro, la cultura primaria de las funciones de la vida colectiva (habitar en la casa y por extensión en la ciudad, trabajar, recrearse y circular) no sólo es componente del adelanto integral, sino requisito previo para el arranque de un verdadero desarrollo económico-social”. La revista CANATA de la Municipalidad de Cochabamba, en su N° 13, publica otro trabajo de Anaya sobre política cultural, que se complementa con el que acabamos de señalar. En ambos se explica cómo cualquier programa de desarrollo nacional debe abarcar sinérgicamente los cuatro campos de la fenomenología sociológica: económico, social, político y cultural, y cómo este último ha sido marginado de la preocupación oficial, incluso de las Universidades. Refiriéndose a esta contribución de Anaya, el historiador y arquitecto Guillermo Ovando Sanz, escribe en Presencia Literaria (IV/81) lo siguiente: “Es una verdadera lástima que tan importante estudio, que indudablemente quedará como un hito en la bibliografía boliviana, no merezca la edición de 100.000 ejemplares que contribuiría a formar una verdadera conciencia nacional…”. El escritor Roberto Querejazu Calvo por su parte dice: “Con acentuado patriotismo y lógica irrefutable, Anaya llama a la conciencia de los bolivianos… Su opúsculo merece ser leído, meditado y llevado a la práctica por todos quienes tienen influencia directriz en el curso de la vida nacional”. Lamentablemente –añadiríamos nosotros—se trata de valiosas palabras que pocos recogen y menos nuestros gobernantes.

Quiero concluir esta semblanza citando párrafos de la carta que dirige Herman Koch a los alumnos del Instituto de Educación Integral y Formación Musical “Eduardo Laredo”, de Cochabamba. Koch es uno de los destacados educadores de Latinoamérica que reside en Chile, donde ha sido condecorado con la Medalla al Mérito. Visitó nuestro país invitado por dicho Instituto y al retornar a la sede de sus funciones envió esa hermosa carta en la que, refiriéndose a Anaya, dice:

“…Les puedo decir, con la franqueza que ustedes han podido apreciar en mis actuaciones, que ustedes todos, y lo que me ha sido posible abarcar de su maravilloso país, me ha dado nuevamente la fe casi perdida en el hombre, en el espíritu, en la bondad y el amor. Sin embargo, ello seguramente no habría sucedido en intensidad tan marcada, si no estuviese junto a ustedes ese hombre: Franklin Anaya Arze. Estoy segurísimo, que ustedes todos, grandes y chicos, creen saber quién es Anaya, y admirar y amar como yo lo admiro y amo y como todos los bolivianos deberían amarlo, y cómo, no menos, todo latinoamericano debería al menos apreciar, conocer en todo caso; ustedes por cuanto lo ven y tratan a diario, sólo lo pueden querer así como se quiere a un padre. Y como la figura de un padre se agiganta con los años, así también para ustedes, Franklin será cuando ustedes sean mujeres y hombres maduros, el que encarna el espíritu boliviano: grandeza de alma. Estoy cierto que a Franklin poco le gustaría que le dijeran en la cara tales cosas: su casi salvaje modestia le impide reconocer su propio valor, de ahí que estas líneas son sólo para ustedes: aliméntenlas”.

Con las orientaciones de Anaya y siguiendo el modelo del Instituto Laredo, se han creado en Santa Cruz y en Quillacollo, provincia de Cochabamba, sendos planteles de educación integral y formación musical. El de Quillacollo lleva el nombre de aquel ilustre servidor del país.

Cochabamba, 1985

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