miércoles, 14 de mayo de 2008

Así se educa en el Instituto “Laredo”

Libertad, Felicidad, Creatividad

Así se educa en el Instituto “Laredo”

FACETAS-Los Tiempos, 13 de septiembre de 1987

El Instituto Eduardo Laredo es un colmenar de abejillas laboriosas y alegres. Los niños reciben allí una educación para la libertad y la belleza. No es raro verlos, todavía con las huellas terrosas de su última travesura, repartidos en el patio, cada uno frente a su atril, tocando violines.

Cada curso es una cajita de música. Pero no es solamente un instituto de enseñanza musical: allí la juventud se forma integralmente “como la nobleza inglesa”, según la gráfica expresión de Don Franklin Anaya, su creador y director.

Del Instituto Eduardo Laredo han egresado numerosos grandes artistas y se van formando nuevos. La educación musical se expresa sobre todo en la orquesta juvenil, el coro de los Jóvenes Cantores y el de los Niños Cantores del Valle, cuyo prestigio ha trascendido nuestras fronteras.

El Instituto Laredo es una institución fiscal única en Bolivia y sin parangón en América Latina. No hay un solo establecimiento, ni siquiera particular, que dé a los niños una educación tan exquisita.

Visitamos el Laredo, preguntamos a Don Franklin cuál es el diapasón íntimo que rige la vida del Instituto y, sobre todo, por qué el sector privado, ya que no el Estado, construyen uno, dos, muchos Institutos.

Su respuesta a esta última pregunta fue precisa, lacónica: sencillamente no se explica por qué semejante estulticia de los sectores concentradores del ingreso, que no dan a sus hijos la educación de príncipes que sí se da en el Laredo.

Como todo insigne mentor, Don Franklin ha inculcado en sus niños las cualidades más sublimes de su espíritu: el amor por la libertad, la belleza, la creatividad, y el rechazo a la violencia, a las relaciones autoritarias.

Nos preguntamos con él por qué no se sigue su ejemplo y no encontramos respuesta.

OJO DE VIDRIO

Semblanza de Don Franklin

Don Franklin es de los pocos seres humanos que parecen haber hallado en sus vidas el equilibrio, la serenidad. Se mueve como una tortuga buena con el alma en reposo, porque le ha llegado el turno de contemplar la obra de su creación y abrigar la certeza de que no se ha de destruir.

Su credo pedagógico es más grande que el de Simón Rodríguez, más noble que el de Rousseau y es el resumen y la superación de ambos. Don Franklin odia el poder, la autoridad: se indigna calladito cuando algún profesor castiga a los alumnos. Los ve de plantón en el patio del Instituto y se acerca a invitarles unos caramelos. Él sabe que el castigo no corrige, pero sí el caramelo, la confianza, la amistad.

Don Franklin es, más que un esteta, un moralista. Él desea educar para la libertad y la belleza, sabiendo como Schiller, como Joyce, que formar al artista adolescente es darle una ética. Porque quien ama la libertad y la belleza no puede amar el mal, la corrupción, la explotación del hombre por el hombre.

Introducir en el alma del niño la libertad y la belleza es un hecho irreversible, pero más que cultural, es una imitación de la naturaleza. Toda vez que puede, Don Franklin visita a sus alumnos y les pregunta por qué las abejitas bailan antes de buscar la miel. Antes de ser obreras, son artistas, aman la naturaleza, gustan de merodear por los jardines y de contemplar las corolas de las flores.

Un viejo exfoliador reúne las cartas que escriben alumnos y ex alumnos a Don Franklin. Allí está la fina letra de Agustín Fernández, el gran músico que ahora triunfa en Londres; allí las buenas noticias que envía Ramiro Sanjinés, el gran pianista boliviano, pero también las cartitas de los niños, llenas de amor filial por Don Franklin. Abre una, lee y llora. Vive de la contemplación de su obra.

“Aquí educamos a los niños como a los de la nobleza inglesa”, dice Don Franklin. Tienen profesor de dicción, de canto, de danza, de solfeo, de música, de pintura, y además de ciencias y humanidades.

Cada niño escoge un instrumento y a fin de mes se ha instituido los Sábados Musicales, dedicados a la improvisación; y cada tres meses, la Semana Musical, en que se hace música de la mañana a la noche.

El propósito es sumir a los niños en el mundo de la belleza. Si se introduce el sentido estético en el alma de un niño, ya no puede salir de él. Es una concepción del mundo que lo obligará a asumir una actitud distinta frente a la naturaleza y la vida. Un niño en contacto con la belleza no puede ser malo; la educación estética rechaza el mal porque la maldad, el odio, son feos.

Los niños son educados en libertad. Es cierto que por las mañanas, los profesores de ciencias y humanidades no son una excepción en la forma en que regimentan a los muchachos como en los cuarteles. Pero por las tardes, dedicadas a la educación artística, los niños son libres y solamente se les exige la disciplina de la orquesta, del espíritu; no del cuartel, de la materia.

Dice Don Franklin que los niños no son felices porque reciben demasiadas presiones de los padres, de los maestros, del medio, de la falta de recursos económicos. Entonces él piensa que un maestro debe detectar la infelicidad de cada niño y ayudarle a que no sea infeliz. Darle libertad ya es un principio de felicidad y un campo abonado para la creatividad. En el arte, por mucho que uno siga determinadas rutinas, siempre hay un porcentaje de creatividad que influye, como disciplina y método, en el estudio de las ciencias.

Una educación integral

“La educación integral no es enseñarlo todo, no es acumular en la memoria muchas cosas en forma de datos, fechas, acontecimientos. Es desarrollar la capacidad física, intelectual, afectiva y moral para que el hombre sea eficiente, razonable, de espíritu crítico y creador; en suma, un factor de cambio social con responsabilidad comunitaria e histórica, un nuevo hombre liberado del afán mercantilista, del fanatismo y el dogmatismo, del anarquismo utópico”, dice Don Franklin, y agrega: “Un objetivo fundamental del Instituto Laredo es enseñar a vivir dentro el mundo de la belleza para que después el educando ya no pueda salir de él, es decir, de lo bello de la ciencia, las humanidades y las artes.

El mundo de lo bello comprende muchas cosas; entre ellas, la amplitud para apreciar la naturaleza y el pensamiento, la capacidad para crear con belleza la bondad; esta última se halla tan íntimamente ligada con la belleza y por ello queda incluida en la trilogía; en efecto, el odio, la maldad, por ser feos, pueden ser excluidos gracias a la educación estética.”

Formar niños activos

“Otro objetivo importante del Instituto Laredo es formar una familia escolar culta, solidaria, afectuosa y dispuesta a actuar. Un agente imprescindible de este cambio es el artista, al cual hay que prepararlo en la mejor forma que el medio lo permita. Los buenos sentimientos en general, si no los inculcamos en la infancia, ya no lo haremos jamás, porque “lo verdaderamente humanos e afirma en el alma junto con el conocimiento de las primeras y más importantes verdades.”

Cómo encontrar el camino

Don Franklin se pregunta cómo encontrar el camino que lleva al corazón de los niños. “La educación –dice—es ante todo una permanente comunicación espiritual entre el maestro y el alumno a través de la cual el maestro estudia al ser humano. La educación al fin es también un arte. En la educación todo es importante: la salud, la lección, el interés de los alumnos dentro y fuera de la clase, las relaciones maestro-alumno, alumnos entre sí, maestros entre sí y las relaciones de todos ellos con el mundo circundante. Pero siempre hay algo más importante, y entre ese algo se puede señalar el calor, la cordialidad, la sinceridad que debe existir detrás de cada palabra y acto del educador para que el hombre sea eficiente, razonable, de espíritu crítico y creador, en suma, un factor de cambio social con responsabilidad comunitaria e histórica, un nuevo hombre liberado del afán mercantilista, del fanatismo y el dogmatismo, del anarquismo utópico.”

En 17 años de funcionamiento del Instituto, numerosos ex alumnos han ocupado sitiales de excepción en el mundo de la música y el arte en general; pero por sobre todo “no hemos descubierto –dice don Franklin—un solo caso de ex alumno del Laredo que se hubiese apartado del camino del honor.”

“Salvando al Colegio Militar, el Estado y la comunidad cochabambina invierten en el Instituto mucho más que en cualquier otro colegio. Son muy pocos los establecimientos educativos en América latina dnde se pone al alcance del educando de primaria y secundaria la enseñanza y la cultura en general.”

El objetivo general es permitir a cada alumno levantar un hermoso edificio “que no debe ser de albañilería muda, sino un edificio que sepa hablar y aun cantar: me refiero al edificio de vuestras propias vidas.”

Una paradoja

Las familias pudientes tienden a enviar a sus hijos a institutos y universidades del exterior una vez que salen bachilleres. Pero entretanto son raros los casos de niños que se eduquen fuera del país. Los doce años de escuela y colegio se los realiza por lo general aquí.

Hay numerosos y prestigiosos establecimientos privados, pero ninguno ha repetido la experiencia del Laredo. A los alumnos de los establecimientos particulares se les complementa la educación en ciencias y humanidades con idiomas, computación y otras actividades técnicas, pero no hay un solo caso de que se les inculque una educación estética. Mucho menos que se despierte en los niños sus potencialidades artísticas a veces dormidas.

Así se da la paradoja de que un establecimiento fiscal eduque a los niños como a príncipes y que los ricos no tengan un solo instituto similar.

Por supuesto, el más obligado a repetir la experiencia del Laredo es el Estado; pero al parecer nuestros gobernantes no han sentido la necesidad de hacerlo.

Extirpar de la educación las relaciones autoritarias y despertar el amor a la belleza, la libertad, la creatividad, es saber formar recursos humanos; pero al parecer nadie, ni siquiera los maestros normalistas, tienen interés en ello.

1 comentario:

Luis Guerra Montero dijo...

Me engnache con este blog por el aniversario del Instituto, realmente que maravillo templo de la cultura. Siempre escuche por aqui o por alla comentarios del Laredo pero nunca imagine la utopia que llevan adelante. Muchas felidades que tengan vida eterna